Todo niño o niña anhela el amor y la atención exclusiva de sus padres; quiere ser amado al máximo y cuando percibe o siente la amenaza o pérdida del afecto del adulto, surgen los celos. El niño o la niña se sienten ignorados, abandonados, destronados, no queridos.
Se sienten celos de lo que uno tiene y no desea perder.
Pueden aparecer en el momento del nacimiento o cuando el pequeño comienza a caminar, hablar o hacer gracias.
En general, para manejar el comportamiento celoso, se necesita un marco de referencia estable, hay que ser firmes, no intransigentes y adoptar una actitud segura y cercana afectivamente.
ALGUNAS MANIFESTACIONES:
– Comportamiento infantilizado: Parece que es que quieran imitar al pequeño, pero también es una forma de deseo de no crecer, como si pensaran: “Ser pequeño equivale a tener garantizados mayores cuidados, caricias y atenciones. Tengo que hacer todo lo posible para seguir siendo pequeño como mi hermano”.
– Problemas con el sueño: Pesadillas, insomnio, terrores nocturnos, querer dormir con los padres. Están relacionados con demanda de atención, pero también con inseguridad.
– Manifestaciones afectivas exageradas o, por el contrario, manifestaciones agresivas hacia el pequeño.
– Expresiones verbales: “Ojalá fuera pequeño”, “no me queréis”, “ojalá no hubiera nacido”, “le queréis más a él”, “le tratáis a él mejor que a mi”, “me voy a ir de casa”.
– Querer lo que tiene o le dan al pequeño (comida, juguetes, atención, cuidados…)
– Envidia, rivalidad, peleas, riñas…
– Aislamiento social: No querer ir al cole si se queda el pequeño en casa, no querer jugar con los amigos, no querer ir al parque…
– Cambios de comportamiento: Negativismo, cabezonería…
– Lenguaje infantil (retroceso en el lenguaje)
– Hacerse pis, cacas, vómitos, no querer comer…
¿CÓMO ACTUAR?
– Informar de la llegada del hermano. Que participe en las tareas y preparativos para la acogida y cuidado del recién nacido, para que se sienta responsable y mayor. Trabajar la autonomía personal y social antes de la llegada del hermano (o al menos no hacerla coincidente). Si tiene que dormir en su cuarto, manejar sus cosas, ser responsable de ciertas tareas… tiene que hacerlo antes de la llegada del hermano; si se le exige cuando ya ha nacido y no se había hecho antes, se vivirá como un desplazamiento de atención y amor de los padres hacia el pequeño.
– Reforzar todos los comportamientos correctos del niño o niña en relación con el hermano. Dedicar tiempo a explicar lo que ha hecho bien, lo contentos que están papá y mamá; reforzar con alabanzas, caricias, besos; contar a la familia extensa los comportamientos positivos.
– Anotar comportamientos positivos y reforzar con refuerzo social y de actividad aquellos alternativos a los negativos. Manifestar nuestro contento por su esfuerzo en determinadas actuaciones (concretarlas con ejemplos reales que hayan sucedido) y contárselo a los demás.
– Evitar los comentarios sociales sobre los celos, se refuerzan.
– Cuando hay comportamientos inadecuados directos hacia el pequeño o en general (pegar, gritar o manifestar comportamiento celoso), no reforzarlo oralmente, cortar con pocas palabras, dando el mensaje positivo y buscar el refuerzo de una situación alternativa, en la que haya actuado bien, para dejar claro lo que esperamos de él.
– No prodigarse en una excesiva atención con el recién nacido. Tener también ojos para el hermano o hermana mayor. Tampoco hacer como si no existiera el pequeño. Hay que aprender a “repartir la tarta” aunque sea doloroso porque supone tolerancia a la frustración.
– Ante las regresiones (comportamientos infantilizados), hacer entender al niño o la niña que se encuentran más a gusto papá y mamá cuando se comporta como un niño o una niña de acuerdo a su edad, con el que se puede hablar de todo, jugar… El crecer y ser mayor se debe presentar como algo estimulante. Buscar momentos de juego comunes, reírse juntos.
– Ante comportamientos negativos relacionados con la comida, querer dormir con los padres o no querer salir de casa, no ceder ni dar grandes explicaciones que son reforzadoras… dejar claro lo que se espera de él y cumplirlo: Reforzar cuando come bien frente a cuando no lo hace; reforzar el juego y estar en su habitación por el día para que no lo viva como que “se le echa” a su cuarto quedándose los papás con el niño pequeño; reforzar lo bien que lo hemos pasado en la calle frente a los momentos de enfado o cabezonería por no querer salir.
– Coherencia en las actitudes de los adultos: Que lo que hoy se permita, mañana no sea sancionado. No ceder por agotamiento.
– No comparar, cada persona es única e irrepetible. A veces comparamos sin darnos cuenta, cuando decimos “fíjate en tu hermano, con lo pequeño que es y lo ordenado (o cariñoso, simpático, obediente) que es, podías aprender de él”.
– Las frustraciones son necesarias y habrá momentos que se le deberá decir NO. Si somos permisivos y tolerantes concediendo todo lo que quiere, robustecemos sus celos y no le ayudamos a superarlos. Los límites se desdibujan con el nacimiento del hermano, hay que volver a establecerlos.
EDUCAR EN LA AFECTIVIDAD
Se trata de hacer del hijo o la hija una persona que sepa querer y que no sea dependiente de los demás por el afecto que de ellos recibe.
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